Durante un curso reciente en Barcelona, una alumna compartió conmigo una duda que, lamentablemente, sigue repitiéndose con frecuencia: “la pediatra de mi hija me preguntó si había utilizado aceite esencial de árbol de té o aceite esencial de lavanda cuando era pequeña, advirtiéndome que este aceite podría provocar un desarrollo hormonal precoz”. Esta preocupación no es nueva; muchos alumnos la plantean una y otra vez en mis formaciones. Aunque la idea de que el aceite esencial de árbol de té actúe como un disruptor endocrino ha sido desmentida por la evidencia científica disponible, considero necesario aclararla con rigor, analizando tanto el origen del malentendido como las razones que explican su persistencia en el discurso público.
El temor a que los aceites esenciales de lavanda (Lavandula angustifolia) y árbol del té (Melaleuca alternifolia) actúan como disruptores endocrinos ha sido ampliamente difundido a través de redes sociales, consultas pediátricas y diversos medios de comunicación. Este temor, sin embargo, se origina en estudios preliminares con limitaciones metodológicas relevantes y en casos clínicos aislados, que no permiten establecer una relación causal concluyente. En contraposición, las investigaciones recientes, diseñadas con mayor solidez, refutan de forma clara dichas afirmaciones.
El origen del malentendido
El punto de partida de esta controversia se sitúa en el año 2007, cuando se publicaron en la revista New England Journal of Medicine algunos casos de ginecomastia prepuberal en varones, supuestamente asociados al uso tópico de productos que contenían aceites esenciales de lavanda o árbol del té. En años posteriores, se reportaron algunos casos de telarquia precoz en niñas vinculados al uso de productos perfumados con lavanda.
A raíz de estas observaciones clínicas, se llevaron a cabo ensayos in vitro que identificaron cierta actividad estrogénica débil y propiedades antiandrogénicas en componentes específicos de dichos aceites, como el linalol y el 4-terpineol. Sin embargo, estos hallazgos fueron extrapolados sin la debida cautela, generando una alarma social injustificada.
Limitaciones metodológicas de los estudios iniciales
Es esencial subrayar las principales debilidades de estos estudios pioneros:
- Tamaño muestral insuficiente: los informes clínicos recogían muy pocos casos, lo que impide establecer una relación causal robusta. La ginecomastia prepuberal es una entidad clínica infrecuente y multifactorial, a menudo idiopática.
- Ausencia de control sobre variables de confusión: muchos de los productos implicados contenían mezclas de sustancias, incluyendo fragancias sintéticas y ftalatos, cuyo potencial disruptor endocrino está documentado. En algunos casos, ni siquiera contenían aceites esenciales naturales.
- Condiciones no fisiológicas en ensayos in vitro: las concentraciones requeridas para observar actividad hormonal eran desproporcionadas respecto a las dosis utilizadas en aplicaciones reales.
- Diseño experimental cuestionable: el uso de controles inadecuados, como el aceite de maíz, comprometió la validez de los resultados.
Diversos expertos en toxicología y endocrinología han advertido que estos hallazgos preliminares no justifican, en ningún caso, la calificación de estos aceites esenciales como disruptores endocrinos.
La perpetuación del mito
A pesar de las aclaraciones científicas emitidas por investigadores y asociaciones profesionales, la hipótesis del potencial disruptor de estos aceites esenciales sigue difundiéndose de forma acrítica. Algunos profesionales de la salud han contribuido a ello al replicar la información sin contrastar su solidez.
Resulta particularmente preocupante que se estigmaticen sustancias naturales de uso tradicional seguro, mientras se pasa por alto el riesgo bien documentado de otros compuestos químicos presentes en cosméticos, plásticos y productos de limpieza, como los bisfenoles, parabenos o ftalatos.
Evidencia científica actualizada
- Revisión sistemática (2020): Un metaanálisis de casos publicados concluyó que no existe evidencia convincente que vincule el aceite de árbol del té con alteraciones endocrinas en niños. En el caso de la lavanda, la evidencia fue considerada «muy limitada» y de baja calidad (Smith et al., 2020).
- Estudio epidemiológico prospectivo (2022): En una cohorte de 512 niños, no se hallaron diferencias estadísticamente significativas en la incidencia de ginecomastia, pubertad precoz ni alteraciones tiroideas entre quienes utilizaron productos con aceites esenciales y quienes no (González-Martínez et al., 2022).
- Estudios toxicológicos y farmacodinámicos (2023-2024): Evaluaciones en modelos animales y celulares bajo condiciones normalizadas no demostraron actividad hormonal significativa de los componentes mayoritarios del aceite de árbol del té ni de la lavanda, incluso a dosis muy superiores a las utilizadas tópicamente (Takahashi et al., 2023).
Posicionamiento de organismos y asociaciones profesionales
Diversas instituciones han emitido comunicados al respecto. La National Association for Holistic Aromatherapy (NAHA), en colaboración con el Franklin Health Research Center, concluyó que «los aceites esenciales de lavanda y árbol del té son seguros para su uso en productos de cuidado personal, incluyendo aquellos destinados a población pediátrica».
Recomendaciones para un uso responsable
- Emplear diluciones adecuadas: Adaptar la concentración según edad y vía de aplicación.
- Evitar la administración oral: Salvo indicación expresa de un profesional capacitado.
- Atender a la respuesta individual: Observar posibles reacciones cutáneas o hipersensibilidad.
- Utilizar aceites quimiotipados y garantizados: Preferentemente con certificación de calidad.
Conclusión
La preocupación en torno a una supuesta actividad disruptora endocrina de los aceites esenciales de lavanda y árbol del té carece de sustento empírico cuando se analizan los datos con el debido rigor científico. Los estudios disponibles hasta la fecha permiten afirmar que el uso adecuado y profesional de estos aceites no implica riesgo hormonal relevante en población pediátrica ni adulta.
Es momento de superar mitos infundados y fomentar una práctica aromaterapéutica segura, basada en evidencia y enmarcada dentro de los principios de precaución, formación y responsabilidad.
Bibliografía seleccionada
Takahashi M, et al. «Assessment of Endocrine Effects of Terpene Compounds in Rodent Models.» Toxicol Lett.2023;377:14-21.
Smith C, et al. «Essential Oils and Endocrine Disruption: Systematic Review.» Clin Pediatr Endocrinol.2020;32(2):101-109.
González-Martínez I, et al. «Lavender and Tea Tree Oil Use in Children: No Evidence of Endocrine Disruption.» J Pediatr Health Care. 2022;36(1):12-19.